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Martha Jiménez Pérez: El avatar

"Martha Jiménez constituye un caso interesante dentro del contexto de la cerámica artística cubana, caracterizado por la existencia de muy definidas personalidades desarrolladas a partir de disímiles procesos formativos y carreras profesionales de diverso cuño".

Alejandro Alonso

Esta mujer vive en Camagüey, sitio de añeja tradición cultural, urbe que sustituyera en el tiempo a una de las villas entre aquellas fundadas por los conquistadores españoles. Lugar de emprendedores de toda laya, ciudad conocida por su enrevesado diseño urbanístico, enclave donde la añeja tradición artesana de elaborar el barro dio cabida a los arquetípicos tinajones -vasijas de gran tamaño utilizadas para guardar el agua siempre escasa en la zona. Área de gentes orgullosas, amantes del terruño y con deseos permanentes de superación individual y colectiva.

Sobre tal substrato se apoya una creadora producto de sangres mezcladas, resultado ella misma de un proceso de transculturación que es fiel reflejo de esa raza que afirma un tipo étnico de gran belleza con características intelectuales capaces de asimilar todo aquello que el tiempo y las muchas influencias trajeron a las playas de la mayor de las Antillas. ¿Puede entonces alguien sorprenderse ante los heterogéneos elementos que integran el arsenal creativo de Martha? Su formación, tan variada y dinámica como todos los factores antes enunciados, abrió camino a un modo expresivo en el que se combinan de manera inseparable, el sabor popular, matices vernáculos y el acabado altamente sofisticado que la salva de todo riesgo costumbrista: grave error en alguien con los antecedentes necesarios para expresarse al nivel que la hecho merecedora de reconocimientos de diverso cuño, tanto nacionales como internacionales. Obligada por el bagaje que carga con la responsabilidad del carácter y la gracia intrínseca que marca su proyección, ella opera en planos que, siendo tan diversos como quepa imaginar, tienen rasgos específicos que jurados de variada procedencia han reconocido para hacerla receptora de premios tanto en eventos de matiz artesanal como en aquellos de alto rango artístico, hombreando sus personajes con las obras de mayores definiciones estilísticas.

Es obvio que Martha Jiménez es una especialista "de género", entendido sea tal término para definir la labor encaminada a hacer de la mujer centro de un trabajo que, sin feminismo a ultranza, la tiene en el centro de sus objetivos. Cómoda con las virtudes y limitaciones sociales que entraña su condición, ella tiene la penetrante actitud indispensable para captar aquellos aspectos contemporáneos capaces de convertirse en símbolo; pergeñando a diario signos de variada índole entre lo que la rodea, se ha convertido en aguda cronista de su tiempo cuya aténtica visión la capacita para huir del hecho narrativo. Sin contar una historia, no obstante esas mujeres intercambian impresiones, contrastan sus atributos físicos e intelectuales, dicen de un tiempo y de circunstancias difíciles en las cuales todavía resulta útil valerse de las posibilidades del sexo para alcanzar determinado status o es indispensable salir a la calle con una jaba (la célebre shopping bag de otras latitudes) y así traer a la casa lo encontrado en un puesto de venta distante del hogar. Situada entre lo pedestre y el tratamiento de muy serias cuestiones existenciales, la artista se mueve fundamentalmente dentro de los parámetros de esa manifestación que tiene al barro como materia prima fundamental, aún cuando sus propias inquietudes y la variopinta madre nutricia que alimenta su discurso, la hagan ir al manejo de otros recursos e -incluso- a la realización de dibujos o pinturas que no necesariamente sirven de base a las obras tridimensionales. El amplio rango de su labor creativa le permite ir desde la pequeña figura transportable a manera de recuerdo de un viaje -el clásico souvenir-, hasta el monumento que marca determinados puntos de la ciudad. Tales rasgos, las propias inquietudes de su personalidad, justamente la dejan moverse con un lenguaje genuino dentro de contenes que ella misma establece y luego insiste en transgredir para saltar -con la gracia de una acróbata- sobre las trampas y los retos de la creación artística.

Alejandro G. Alonso.
La Habana, 26 de marzo de 1997