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Lo femenino y la problemática migratoria en la pintura contemporánea de Martha Jiménez

La migración es un proceso inherente al desarrollo de la humanidad. En lo que respecta a nuestro continente podemos decir que Las Américas recibieron a lo largo del siglo XV y XVI una de las mayores oleadas migratorias de nuestra era. Este proceso de asimilación de inmigrantes conformó paulatinamente nuestras nacionalidades debido a las fuertes mezclas que se dieron lugar en nuestros territorios.

E
n Cuba específicamente, es a principios de la década del `90 donde por razones extrartísticas, cobra el tema de la migración principal relieve. Lo cual tuvo su causa, a partir de la caída del campo socialista, y las tensiones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba, además de las ansias de algunos cubanos de ir tras el “sueño americano”. La difícil situación económica -entre otras cosas- provocó la separación y el desarraigo de muchas familias en nuestro país. El mar constituyó a partir de esos momentos una vía de escape, pero también un riesgo para la vida de muchos. Frente a este fenómeno que afectó y afecta todavía a gran parte de la sociedad cubana, la oficialidad decidió mantenerse callada y fue el arte quien, desde una posición ética y digna, sirvió de portavoz para polemizar y cuestionar las consecuencias –en gran parte negativas- de estos hechos. Es por ello que a lo largo de estas dos décadas de fines del siglo XX y principios del siglo XXI, se ha consumado la migración como un tema importantísimo para la cultura cubana, pues hoy forma parte de uno de los asuntos más abordados en el arte cubano actual.

Variadas han sido las formas de ver el fenómeno migratorio en los artistas cubanos. Uno de ellos, es la creadora Martha Jiménez quien ha planteado desde su Camagüey un discurso cargado de sutileza. Ella ha trabajado a lo largo de su carrera artística tres grandes temas: Lo femenino-erótico-divino, la insularidad-migración y lo irónico-satírico. Estos se imbrican creando una rica complejidad temática y conceptual, lo cual implica que cuando se desee investigar una de estas categorías habría que recurrir necesariamente a los demás aspectos. Por lo que al investigar sobre el tema de la migración en la pintura de Martha Jiménez debemos hacerlo desde su perspectiva de mujer, pues la utiliza como recurso por medio del cual expresa sus inquietudes y esperanzas. Asume así, al género femenino, como entidad en la cual confluyen las utopías y distopías del cubano del siglo XXI.

Es válido destacar que para la artista el proceso migratorio no constituye sólo el hecho de abandonar el país -unido a todo lo que esto trajo consigo- sino que Martha también ha dejado patente que nuestra fisonomía ha sido el resultado exitoso de una gran mezcla étnica, lo cual representa por medio de sus mujeres sensuales, gruesas, mestizas, mulatas, que exhiben orgullosas sus curvas y senos erotizados. Sin alejarse de las cuestiones actuales esboza una serie de imágenes donde la dama cubana se encuentra entonces en la posición de emigrante y es cuando carga, hacia un posible destino lejano, con sus costumbres, hábitos, pesares y utopías.

E
n Martha Jiménez no sólo hay un resultado de las inmigraciones sino una segunda parte del fenómeno, donde es la mujer la que cuestiona y se traslada, con todo lo que implica su mundo espiritual y material -a pesar de la distancia epocal a la que se refiere-. Así vamos a encontrar sus féminas viajando con una serie de cacharros, taburetes y palmas reales, todo aquello que para Cuba significara su patrimonio y su tradición, además de lo que para la propia creadora constituyen sus bienes materiales. La artista recurre frecuentemente a ubicar sobre la isla de Cuba, a la mujer, montada en una carriola o patineta marchando con el terruño hacia otros sitios. Utiliza también las ruedas como símbolo de traslación y viaje, además de aludir a la tropicalidad de las frutas cubanas. Utiliza una gran variedad de símbolos que connotan viaje, tránsito, migración; como son las ruedas, los puntos cardinales, los peces, las alas y los botes.

Aplica en sus obras patrones artísticos empleados por tendencias vanguardistas como el surrealismo y el expresionismo. Sin embargo, las formas en que funde en una misma obra estas influencias, le transmiten al espectador la delicadeza y sutileza con que enfrenta un hecho que ha generado conflictos a muchos y que sólo ella desde la mujer ha sabido dulcificar, sin dejar de tocar los puntos neurálgicos del asunto. Incluso podemos encontrar a la mujer desnuda sobre un ave llevando con ella en el pico del animal a un hombrecito, con la sensualidad que caracteriza a su pincel, dibuja a la vez peces con alas y piernas, transformaciones que conllevan a pensar en todo lo que para ella resulta valioso e imprescindible. Aunque siempre empequeñecido, el hombre en su papel de acompañante ocupa un lugar secundario frente a la mujer y así Martha nos lo hace saber cuando desde la dama nos cuestiona y la engrandece protagonizando cada escena.

A la deriva, es una de las obras más atractivas de la serie Mujeres que vuelan, pues la creadora ha convertido su línea delicada y dulce en un trazo entrecortado de colores terrosos y de áspera textura, casi monocromática. Ata de la Luna por la pierna a la mujer, la que se deja llevar en una carriola sobre su isla, en los brazos sostienen al sol, símbolo de todos sus sueños y utopías. En sus espaldas habitan pequeñas alas además de los puntos cardinales que señalan al sur, nuestro Sur. Mientras que el hombre solo es un aditamento que se incrusta minimizado en su transporte.

Batalla, es otra de las obras donde se le impone a la mujer su compromiso de luchar y vencer sobre los prejuicios sociales y sexuales. Una dama en un primer gran plano, sostiene con los brazos hacia el cielo, una burbuja, con un pequeño pez con alas y piernas, en posición de descanso. Ha transformado así al hombre, convirtiéndolo en un animal con todas las habilidades para llegar a donde desee, si embargo ella lo encierra, lo incrusta y lo recluye. Así los convierte en seres mutantes que a su vez son hombres, pájaros, y peces. Nos envuelve en un mundo surreal con rasgos muy expresivos. Su vestido negro aparece decorado con ellos, simbolizando, en tonos oscuros, todas las barreras a las que ha tenido que enfrentarse. Posee además un cinturón de fuego que la aprisiona, frente a lo cual ella lucha, contra lo que también se revela. Unifica con estos colores fríos y tenebrosos toda la sexualidad contenida que una vez ocupó el lugar de la inteligencia femenina, ahora más que el cuerpo prevalece una sensualidad, que va en contra de todos los patrones establecidos por los centros de poder, un pensamiento ávido de conocimiento y unas ansias enormes de construir su propio mundo.

El mar y los peces van a formar parte integrante de sus obras, de este modo, ya sea como fondo o como elemento protagónico, el mar estará implicado haciendo una alusión sutil a nuestra condición de isleños. Ya sea el mar o el aire como únicas vías por las cuales podemos contactar el exterior, puntos importantes a la hora de analizar las obras de Martha.

La insularidad de Cuba, rodeada por mar completamente, nos convierte en personas que nos sabemos aisladas del mundo, obligados a volar o a nadar para trasladarnos. Por ello es tan necesario, hoy reconocernos como emigrantes e inmigrantes -tal vez sólo como viajeros-, puesto que la necesidad de conocer otras culturas, otras costumbres, nos obliga a ello.

Sofía es una de las piezas donde la protagonista posee alas decoradas con peces de las que cuelgan una balanza, un taburete, un barco con su ancla y una escalera. Sofía está suspendida en el aire y vuela con todo su patrimonio hacia otro sitio. Pienso en la mujer como una misionera que busca constantemente su lugar, allí donde se hagan valer sus opiniones, sus derechos, allí es donde ella debe permanecer, donde logre hacer realidad sus esperanzas.

La presencia de la isla de Cuba, es uno de los elementos más significativos de las piezas. Esta es trabajada sobre la base de los mismos patrones con que construye la mujer regordeta, signos que nos alertan sobre la unidad indisoluble entre género y espacio. De este modo, nuestra protagonista pretende volar, con pequeñas alas y sobre una isla hacia la luna, para ello carga no solo con barreras de prejuicios ya no tan infranqueables, sino con el sol que sujeta entre sus brazos aprisionando la luz y las esperanzas, símbolo de su universo onírico y a la vez real.

El bote, es otro de los símbolos más empleado por la autora, anteriormente varado en el mar, (Obstáculo) presto a zarpar con su dama, ahora es la mujer quien sobre un bote grande, cose en su máquina, pequeños barquitos, piezas que titula, El anhelo de mi madre. ¿Es el sentimiento de esta señora, lo que nuestra artista nos quiere transmitir, son sus pérdidas, sus ausencias en esta soledad en el medio del mar o decidió desde su perspectiva, construir su propio mundo? Quizás signifique, este barco, hacer su propio viaje, su propia vida, más que abandonar un lugar físico, se refiere a un lugar espiritual, éste que ella ha ocupado en siglos de existencia y que se hace necesario cambiar. Al verse sola y preparando sus propias recursos, podríamos pensar en la independencia de la mujer, no como único ser importante sino como un ser humano henchido de valor para enfrentar la vida sin amedrentamientos.

Esta migración que para muchos significa lejanía quizás y también simboliza el encuentro con nosotros mismos. Migración que transita a otro nivel, donde la mujer no sólo en un momento determinado sufre la ausencia de los suyos sino que ella es la que decide enfrentar la vida sin miedos ni subestimaciones. Migrar para Martha Jiménez contiene en sí mismo otro tema, el de la insularidad, unido a esa constante búsqueda de la identidad, lo que a su vez implica a nuestros límites geográficos, alusión certera a nuestro ámbito político e ideológico. La isla es también símbolo de unidad de diferencias de pensamientos y posturas desde el orden ético, sexual y étnico. Se han convertido estos temas para la artista en pretextos para una profunda defensa de la mujer desde la mujer.

Por: Lic. Leydis Izaguirre Jerez.